"comprehendere scire est"

Divisor

Consejo Nacional para el Entendimiento Público de la Ciencia.

Santos contra las bestias


Fabio Germán Cupul-magaña + Universidad De Guadalajara, Campus Puerto Vallarta; Ana Julia Santos-ramos + Universidad Juárez Autónoma De Tabasco

Desde tiempo inmemorable hasta nuestros días, una amplia gama de culturas alrededor del mundo anidan en su folclor hechos, conmemoraciones, ceremonias o experiencias en donde el carácter adulto se forja, el servicio hacia la comunidad se enaltece, la valentía se vitorea, la cualidad de santo se adquiere, la memoria de los antepasados se honra, o los pecados se expían si, y sólo si, los hombres o mujeres involucrados en ellos se enfrentan en contra de bestias dentro de batallas reales o alegóricas. En estos duelos la bestia en cuestión puede ser la expresión máxima de los más profundos temores, deseos o angustias que una sociedad pueda experimentar. Por lo que dichas aprensiones sólo serán desterradas del alma humana, al momento de que la bestia sea sometida o derrotada por el arrojo y coraje de algunos elegidos.

Muestra de lo anterior lo tenemos al citar uno de los elementos básicos de la peregrinación anual que realizan los Wixaritari (huicholes) a Wilikuta (lugar sagrado donde habitan las deidades) para purificar su espíritu y renovar su vida; es decir, un viaje hacia los orígenes humanos, hacia los antepasados. Después de un largo andar y tras cumplir con diversas penitencias y purificaciones, los participantes llegan a este recinto mágico (ubicado en el estado de San Luis Potosí) en donde llevan a cabo la cacería ritual del peyote, cuya finalidad principal es realizar la caza simbólica del venado (animal reverenciado por ser fuente de alimento primigenio), cuyas huellas fueron transformadas en este cactus sagrado.

Asimismo, en el curso de la historia diversas religiones o sistemas de creencias han distinguido con el calificativo de “santo” (separado o apartado) a hombres y mujeres, de carne y hueso o etéreos, a quienes se les han probado y confirmado logros espirituales o han adquirido un alto valor moral; es decir, son ejemplo de vida y de virtudes heroicas. Esta cualidad casi divina les ha sido corroborada, principalmente dentro de los cultos judeocristianos, a los personajes que han desafiado y vencido al mal encarnado en una bestia fantástica o real. Sin duda, es san Jorge quien personifica de la mejor manera su santidad, ya que es común que sus representaciones iconográficas lo muestren subyugando y empalando con su lanza a un dragón, ente que por centurias se ha utilizado para arropar la imagen maligna de Satanás.

Otros santos, no tan difundidos como Jorge, han logrado poner de manifiesto sus capacidades divinas al señorear sobre los animales. Se tiene el caso de Antón del Desierto, Nicolás y Leonardo, así como también de santas, entre las que sobresalen Cristina y las hermanas Nunilo y Alodia. Las vicisitudes con la fauna de estas figuras del panteón cristiano las narraremos a continuación, no sin antes destacar el hecho de que ese empeño de dominio del hombre sobre la naturaleza, posiblemente sólo sea un reflejo del ahogo y la desesperanza que le causan sus propias limitaciones físicas, y hasta espirituales, de las cuales quisiera despojarse al asimilar la inteligencia y elocuencia del búho, adoptar la gallardía del corcel, contar con la apacibilidad de la tortuga o desarrollar la capacidad de conquistar los cielos al vuelo como el águila.

Quimera versus san Nicolás

Del siglo XV se rescata un relato de los marinos griegos que habla sobre el no retorno de sus barcos a puerto, debido a que en el mar se encontraba una horrible Quimera del tamaño de una gran serpiente y poseedora de dos cabezas, una con el rostro de hombre y otra con el rostro de mujer. El ser lanzaba fuego y sus escamas eran tan agudas como las rocas de los acantilados. Poseía aletas de pez, garras afiladas, cuatro brazos, así como alas de murciélago para volar y alcanzar los barcos que eludían las bolas de fuego que les lanzaba. Era, según se cuenta, la mismísima encarnación del mal.

Muchos fueron los osados que la enfrentaron sin el menor éxito, ya que invocaron a sus falsos dioses, consiguiendo sólo que ésta se acercara más y más al puerto hasta cercarlo. En su desesperación, los marineros impuros pidieron perdón a Dios, le prometieron rectificar su camino, edificarle un altar en su honor cada final de mes y renunciar a su paganismo. En respuesta, el Creador les envió a san Nicolás, quien armado únicamente con una espada y un espejo, enfrentó a la bestia en el mar. La lucha duró quince días con sus quince noches, tiempo durante el cual la Quimera provocó tormentas terribles en la localidad y le lanzó bolas de fuego a su contrincante. Nicolás empleó el espejo para debilitar a la bestia, ya que cada vez que ésta veía sus ojos reflejados en él, sudaba sangre putrefacta. En cada descuido de la bestia, los marinos que contemplaban la batalla, proveían de pan a Nicolás para alimentarlo y para que restituyera sus fuerzas.

Cuando la bestia no pudo más, Nicolás le cortó las cabezas, lo que desencadenó que su cuerpo ardiera y sus cenizas se hundieran en el mar, cesando la dura tormenta originada por la contienda. Los marinos griegos no sólo cumplieron sus promesas; sino que además, colocaron las cabezas de la Quimera como ofrenda y un recordatorio de fe y de que el poder del supremo es invencible. A partir de este acontecimiento, los marinos invocaban a san Nicolás durante las tempestades y, cuando iniciaban sus travesías, siempre llevaban como ofrenda 30 panes, la misma cantidad que este héroe consumió a cada momento de descuido de la bestia durante la batalla.

Exégesis de la Quimera

Los relatos de la Quimera provienen de la antigua región de Licia, hoy Turquía. Se decía que se trataba de una horrenda combinación de león, cabra y serpiente que despedía un abrasador chorro de fuego por la boca. El escritor griego Plutarco (aproximadamente del 50 al 120 d. C.), con la intención de eliminar cualquier traza fantástica de la figura de la Quimera, explicó que este nombre era de un capitán pirata que había mandado esculpir en su barco, posiblemente para mostrarlo más amenazador, las imágenes de un león, una cabra y una serpiente.

Ballena negra versus santa Bárbara

Se narra que Satanás hizo uso del poder sobrenatural que la gracia divina le otorgó cuando aún era un ángel, para someter a los animales carroñeros y horribles de la creación y oponerlos a Dios. Su estrategia consistió en convertirse en uno de ellos y convencerlos de que vulneraran a los hombres, la obra suprema del Todopoderoso. Estos animales se dedicaron a lastimarlos de todas las maneras posibles, pero, los que más daño les provocaban, eran los monstruos marinos capaces de generar tormentas y truenos.

En cierta ocasión santa Bárbara tuvo la encomienda de Dios para cuidar un navío que transportaba una cruz para un templo. Cuando el Maligno se percató de este envío, decidió convertirse en una temible ballena negra para evitar que el embarque llegara a buen puerto. Sin embrago, ignoraba que la santa lo resguardaba. El demonio trató de destruirlo con sus fauces, pero fracasaba en su intento. Asimismo, cuando descubre que la santa protegía al navío, llamó a los monstruos marinos para que le auxiliaran. Pero, por más que trataron de acabar con él, no pudieron. Los monstruos, convencidos de que habían ofendido a Dios, solicitaron la intervención de la santa para que éste los perdonara. Ante tal situación, la santa les contestó: “Hijos de Dios, os prometo que Dios les perdonará si se alejan del mal”.

Alentados por las palabras de la santa, se enfrentaron en contra del demonio, quien furioso los maldijo y les causó enfermedades terribles. Al ver esto, santa Bárbara solicitó el auxilio del Supremo, el cual tomó el control de la tormenta generada por Satán y la dirigió en su contra para lanzarlo a las profundidades del Hades (Infierno). La santa curó a los animales, Dios los perdonó y, en gratitud por el perdón concedido, éstos se convirtieron en guías y protectores del navío.

Exégesis de la ballena negra

Nuestros ojos no han evolucionado lo suficiente como para aprovechar, de manera eficiente, la poca luz disponible durante la noche. La semiinvalidez visual que provoca la penumbra, altera la percepción real del mundo que nos rodea y, en consecuencia, debilita la autoconfianza. Este tinte negro de la noche o, simplemente, de cualquier otro ambiente u objeto, trae a la mente el concepto de lo desconocido y lo sobrenatural. Si al tono sombrío de las cosas se le añade el volumen descomunal de una ballena, se contará entonces con un gran contenedor en cuyas negras entrañas se puede recrear, como bien lo señaló alegóricamente el profeta hebreo Jonás al pasar tres días con sus noches dentro de uno de estos cetáceos, un cosmos de angustia y desolación muy similar al Seol, la sepultura o morada de los muertos.

San Leonardo y las flores de su sangre

Hace más de mil años, dice una vieja leyenda francesa, vivía un hombre llamado ahora san Leonardo. Un día, dio todo su dinero y cuanto poseía y se fue a vivir solo en un valle junto a un bosque. Pero, en aquel valle vivía también un dragón llamado Tentación, el cual era un animal enorme que parecía una serpiente, tenía alas como un murciélago y, sus enormes garras, destruían cualquier roca que se atravesara en su paso. Cuando Tentación se percató de la presencia del santo, no dudó en atacarlo para expulsarlo de sus dominios. Pero, a pesar de que Tentación llevaba mucha ventaja en las peleas, San Leonardo siempre le vencía.

San Leonardo y el dragón libraron muchas batallas, de las que el primero resultó siempre vencedor. San Leonardo hacía retroceder al dragón cada vez más hacia los bosques encantados. Finalmente, este último desapareció del valle para siempre. Al desaparecer Tentación, sucedió algo extraño. En el mismo lugar donde habían caído las gotas de sangre de san Leonardo nacían flores. Estas flores fueron llamadas lirios del valle, en honor a las batallas que ambos contendientes libraron en dicha región.

Exégesis del dragón

Es el cocodrilo la especie animal sobre la que recae más fuertemente la mítica imagen del dragón. Su cuerpo cubierto de escamas, sus afilados dientes y su ferocidad, aunados a un deambular y señorío entre los ambientes terrestres y acuáticos, dotan al reptil del carácter fantástico del dragón. La imaginación del hombre se desbordó al momento que el cráneo de un gran cocodrilo, muerto y traído de lejanas tierras por los cruzados, se exhibió durante siglos en la iglesia de Mons, Bélgica, como evidencia innegable de la existencia de los dragones.

Las cobras versus Nunilo y Alodia

Una leyenda española del siglo IX narra que las hermanas mártires Nunilo y Alodia, hijas de un matrimonio compuesto por una madre cristiana y un padre musulmán, practicaban la fe evangélica y sanaban enfermos y heridos, tanto cristianos como musulmanes, en nombre del poder que Dios les había otorgado. Esta situación provocaba que su padre fuera fuertemente criticado y repudiado por sus amistades. Las actividades de estas princesas no pasaron desapercibidas ante los ojos de altos funcionarios de la comunidad musulmana, quienes le pidieron al padre que pusiera fin a las actividades cristianas de sus hijas.

Las hermanas, contradiciendo a su padre e ignorando las amenazas, continuaron sin distinción con su ayuda al pueblo. Esta situación llevó a los altos funcionarios a ordenar que fueran arrojadas a una fosa repleta de cobras. Ante esta situación, Nunilo y Alodia oraron a su creador y pidieron clemencia. La respuesta no se hizo esperar, ya que las cobras no sólo no las mordieron, sino que las ayudaron a escapar.

Las hermanas continuaron profetizando y ayudando a los desvalidos. Los altos funcionarios furiosos por lo ocurrido, le aseguraron al padre de ellas que si no hacía algo al respecto, no sólo le quitarían todas sus posesiones, sino que lo matarían en plena plaza por pecador y traidor. En vano, el padre trató de convencerlas, les suplicó, les lloró y hasta las amenazó, pero, incapaz de convencerlas de abandonar sus principios, las mandó degollar por sus sicarios para no sufrir la vergüenza de haber engendrado dos hijas renegadas. Actualmente, los cuerpos de aquellas hermanas se conservan en el monasterio de Leyre desde que fueron traídos por el devoto Auriato desde Huesca.

Exégesis de la cobra

La imagen de la cobra, y de las serpientes en general, es y ha sido objeto de gran controversia y paradoja. Algunas culturas la adoran y otras la repudian. En ciertas cosmovisiones tiene aceptación al ser símbolo del renacer espiritual, dada su capacidad de mudar la piel. En otras, por el contrario, su desprecio se da porque su veneno puede causar la muerte, una condición que, para ciertas culturas, nos fue heredara por la pecadora pareja primigenia al desobedecer los mandatos divinos dentro del paraíso terrenal.

Las bestias del desierto versus san Antón

San Antón se retiró al desierto para hacer vida eremítica, es decir, solitaria y dedicada a la oración. En su camino por este ambiente inhóspito, se encontró con varias tentaciones. Apenas había llegado a su cuarto día por la región cuando, junto a un pozo de agua, se le apareció una serpiente que le habló y dijo: ¡Ven Antón!, ¡bebe de esta agua y olvida tu absurda idea de servir a alguien que te obliga a ayunar y a orarle! En respuesta, el santo golpeó fuertemente en la cabeza a la serpiente y le señaló: ¡Dios te aleje de mí para siempre!

A la semana de haber cruzado buena parte del desierto, a Antón se le apareció una bella mujer en medio de un Oasis y, al igual que la serpiente, ésta le dijo: ¡Ven Antón!, ¡bebe de esta agua!, ¡come de estos manjares!, ¡y olvida tu absurda idea de servir a Dios que te obliga a ayunar y a orarle! Antón se hincó a orar y, luego de esto, dijo: ¡Mal de demonio!, ¡aléjate de mí, pues mi fe es firme y mi amor por Dios vale más de lo que tu puedes ofrecerme! Enfurecido, el demonio se convirtió en una manada de chacales dispuesta a atacar y matar al santo. Antón reaccionó y, con la pronunciación de este fuerte clamor: ¡Porque Dios es lo más bello del mundo, nunca podrás vencerlo!, logró aventarlo varios metros de distancia.

Belcebú insistió con el ofrecimiento de reinos y riquezas, mujeres y vino, y muchas otras cosas más. Sin embargo, de nada le sirvió, pues la fe de Antón era mayor. Entonces, continuó con las amenazas, con las agresiones y las transformaciones. Lobos, cuervos, escorpiones, insectos, ráfagas de viento y calor intenso lo amenazaron, pero, nada de esto le sirvió y, después de muchos intentos, se dio por vencido.

Tras haber derrotado a las más espantosas tentaciones imaginables, Antón estaba convencido de que era el primer cristiano que adoptaba esta vida de meditación y mortificación. Pero he aquí que, pasado cierto tiempo de soledad, una visión celestial le reveló que por aquellas tierras se encontraba otro anacoreta, Pablo Ermitaño, que lo aventajaba en antigüedad y en vocación eremítica. San Antón decidió ir en su búsqueda para aprender de él lo que la propia experiencia aún no le había enseñado. Después de un tiempo lo encontró, gracias a la ayuda de un centauro, un extraño sátiro y un lobo.

Exégesis de las bestias

Las bestias formidables y quiméricas descritas a lo largo de centurias por los hombres de muy distintas civilizaciones son, de acuerdo con lo expresado por el desaparecido escritor alemán Herbert Wendt (1914-1979), el resultado de que su fantasía funcione mejor que su vista.

De entre todas las bestias que san Antón enfrentó, destacamos al escorpión. En los bestiarios medievales este arácnido era descrito como un gusano de tierra. Los griegos le llamaron “El Arquero” por el hecho de infligir, con el aguijón de su cola, una picadura dolorosa y ponzoñosa con potencial mortal; situación que sin lugar a dudas le valió su condición demoníaca.


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