"comprehendere scire est"

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Consejo Nacional para el Entendimiento Público de la Ciencia.

Éste producto no es un medicamento


Jorge Manuel Suárez Medellín + Universidad Veracruzana

1. Ceci n'est pas une médecine o la perfidia de los complementos alimenticios.

Sin afán de exagerar, a veces da la impresión de que hoy en día vivimos épocas extrañas, en las que una simple visita a la farmacia de la esquina puede transformarse repentinamente en una experiencia surrealista cargada de, digamos, una cierta perfidia. Y si usted, querido lector, no está de acuerdo, permítanos explicarnos mejor y tal vez concuerde con esta peculiar sensación.

La perfidia de las imágenes (1928-1929), es una de las pinturas que hicieron famoso al artista belga René Magritte. En esta obra, Magritte - quien por esa época frecuentaba al grupo surrealista liderado por el escritor André Breton - explora las ambiguas relaciones existentes entre los objetos y las palabras e imágenes que los representan. Dicha ambigüedad se expresa mediante el detallado retrato de una pipa, rematada por un letrero que claramente nos indica Ceci n'est pas une pipe: "esto no es una pipa".

Imagínese la expresión de perplejidad de los connoisseurs parisinos de esa época al toparse con semejante contrasentido: "¡pero cómo no va a ser una pipa! ¡si es justamente eso lo que estoy viendo!". Bueno, pues así nos sentimos al ir a la farmacia por un frasquito con un letrero en la parte de atrás que indica en letras pequeñitas: "este producto no es un medicamento". Es decir, si no es un medicamento ¿entonces por qué se recomienda su uso en relación con una supuesta mejoría de la salud?

Si, picados por la curiosidad, le preguntáramos al dependiente de la farmacia qué hace su establecimiento lleno de medicinas que no son un medicamento, lo más probable es que él nos contestase que no se trata de medicinas, sino de complementos alimenticios, nutracéuticos, o incluso tal vez mencione alguno que otro nombrecillo ad hoc como pharmafoods o vitafoods.

Es decir, que estas misteriosas no-medicinas, son en realidad derivados de los alimentos (o afines a ellos), por lo que nuestra hipotética visita a la farmacia no es más que una (increíblemente cara) visita a la sección de frutas y verduras del supermercado. Pero ¿cómo es posible que la industria farmacéutica y la alimentaria se confundieran hasta tal punto? La respuesta la encontramos en el concepto de alimentos funcionales.


2. Los alimentos que funcionan: De Hipócrates a la comida FOSHU

La idea de que nuestros alimentos cotidianos sirven para algo más que simplemente alimentarnos procede de una añeja estirpe. Ya desde el siglo IV antes de nuestra era, el padre de la medicina Hipócrates de Cos, reconoció la importancia de la alimentación en el mantenimiento de la salud, a tal grado, que incluso se le atribuye el siguiente lema: "Deja que las medicinas sean tu alimento y los alimentos tu medicina".

Un par de milenios más tarde, dicha afirmación vuelve a estar de moda debido a la creciente preocupación por la salud, especialmente entre los países del primer mundo. Y es que, el constante aumento en las esperanzas de vida de la población, ha conducido a un incremento en la incidencia de enfermedades propias de la abundancia tales como la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer. Lo cual a su vez, ha contribuido a disparar los gastos relacionados con el cuidado médico a la estratosfera, tanto para el estado como para los particulares, estimulando así el desarrollo de políticas públicas basadas en evitar el riesgo de adquirir dichas enfermedades más que en su cura.

Ahora bien, una buena cantidad de evidencia científica apunta al hecho de que las enfermedades antes mencionadas - entre muchas otras - pudieran estar relacionadas con el consumo (o falta de éste) de ciertos compuestos presentes en algunos alimentos. En teoría, la clave para la prevención de dichas enfermedades pudiera estar, por lo menos en parte, en nuestra dieta.

Desde el punto de vista académico, se ha propuesto el término alimento funcional, para definir a aquel alimento del cual se ha demostrado satisfactoriamente que es capaz de afectar positivamente a una o más funciones del organismo más allá de la adecuada nutrición, de tal manera que su consumo incremente la salud y el bienestar o reduzca el riesgo de contraer alguna enfermedad. Dicho concepto, fue introducido en Japón a mediados de los años 80 del siglo veinte, donde este tipo de platillos recibieron el nombre de “Alimentos para el Uso Especifico de la Salud” (o FOSHU, por sus siglas en inglés). Pero, ¿que necesita un producto alimenticio para ser considerado como alimento funcional?

Se puede decir que un alimento es funcional cuando cumple cualquiera de los siguientes criterios:

  1. Contiene algún ingrediente (nutritivo o no) que afecta una o más funciones corporales de forma controlada; y/o
  2. Posee algún efecto fisiológico o psicológico, aparte de la consabida función nutrimental.

El ingrediente clave, que hace que el alimento en cuestión sea considerado "funcional" puede ser tanto un macronutriente esencial con efectos fisiológicos específicos (por ejemplo los famosos ácidos grasos omega 3), como un micronutriente esencial cuya ingesta diaria se encuentre por debajo de los límites recomendados (es el caso de los productos que se anuncian como "adicionados con vitaminas y minerales"). Así mismo, podría tratarse de algún compuesto nutritivo no considerado esencial (como algunos oligosacáridos), o incluso no tener siquiera valor nutrimental (los microorganismos vivos conocidos como probióticos y algunos compuestos fitoquímicos, serían los ejemplos más relevantes).


3. Comida encapsulada: Nutracéuticos y complementos alimenticios.

Ahora bien, para que podamos considerar que un producto es un alimento funcional, antes que nada - como su nombre lo indica - debe ser un alimento. Es decir, debe ser consumido como parte de la dieta regular y no en forma de gotas, píldoras o cualquier otro tipo de preparación farmacéutica. Pero ¿qué sucede con los artículos que nos venden en las farmacias y que, como comentábamos al principio, no son propiamente medicamentos?


Cuando los componentes biológicamente activos contenidos en los alimentos son consumidos de esta forma, se habla de nutracéuticos. El problema es que aún no existe un consenso universal entre los especialistas con respecto a la definición académica de dicho concepto, si bien se han dado pasos importantes en este sentido. Quizás lo más adecuado sería referirse a este tipo de productos como complementos alimenticios, denominación aceptada, por lo menos desde el punto de vista legal.


De acuerdo con la Diet Supplement Health Education Act, publicada por el gobierno de E.U.A., un complemento alimenticio es un producto diseñado para complementar la dieta y que contiene uno o más de ciertos ingredientes dietarios específicos (vitaminas, minerales, aminoácidos, metabolitos, extractos, hierbas u otros productos botánicos), tomados en forma de cápsulas, gotas, tabletas o similares.


Hay que distinguir entre un complemento alimenticio y un medicamento propiamente dicho, ya que el primero tiene como función principal la prevención de las enfermedades, mientras que el segundo está diseñado para su curación una vez que el padecimiento se ha establecido. Además, los complementos alimenticios suelen ser extractos crudos en los cuales se mezclan muchas sustancias que interactúan entre sí y con el organismo de maneras a veces difíciles de explicar, en tanto que los medicamentos están formulados por un principio activo cuidadosamente purificado y dosificado, cuyo modo de acción y posibles efectos secundarios han sido estudiados desde el punto de vista farmacológico.


Recurrir a un medicamento presupone - por lo menos en teoría - la receta de un especialista médico, mientras que el uso de un complemento alimenticio "es responsabilidad de quien lo consume y quien lo recomienda", como nos recuerdan las etiquetas. Finalmente, desde el punto de vista legal, la fabricación y comercialización de los complementos alimenticios se rige por la mucho menos estricta normatividad aplicable a la industria alimentaria y no a la farmacéutica.


De cualquier forma, cabe mencionar que en la práctica los límites entre un medicamento y un complemento alimenticio no siempre son muy claros para el consumidor, y de ahí la surrealista (y como comentábamos, pérfida) advertencia: "este producto no es un medicamento".


4. Consideraciones finales: cocina y farmacia, juntos pero no revueltos.

La importancia de la dieta en el tratamiento y prevención de diversas enfermedades resulta difícil de negar. Cada vez hay más evidencia científica que apunta a la presencia de compuestos útiles desde el punto de vista farmacológico en nuestra comida de cada día, muchos de los cuales no tardarán en formar parte tanto de medicamentos propiamente dichos, como de esos híbridos conocidos como alimentos funcionales. Podemos afirmar que las interacciones entre la industria de los alimentos y la farmacéutica han sido provechosas tanto para una como para la otra y seguirán siéndolo en el futuro cercano.

Sin embargo, conviene recordar aunque sólo sea para evitar confusiones, que -como diría el filósofo de Güémez - la comida es comida y la medicina es medicina. Así que, por muchas propiedades curativas que tengan nuestros alimentos, en caso de enfermedad no sustituyen de ninguna manera a un medicamento bien recetado. Por otro lado, en muchas ocasiones la formulación de complementos alimenticios obedece más a necesidades de mercado que a los requerimentos del consumidor, quien al fin y al cabo podría resolverlos en la mayoría de los casos con una dieta balanceada.

Quizás vaya siendo hora de devolver a la cocina lo que es de la cocina y a la farmacia lo que es de la farmacia, para beneficio de ambas y por supuesto, del consumidor.


Jorge Jolmash es un Investigador Mexicano perteneciente al SNI recientemente publicó "Pasajero en la encrucijada" un libro de Divulgación de la Ciencia que compila lo mejor de su lírica desde el año 2000; esta editado por Comprendamos y puede ser adquirido en esta editorial.


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