COMPRENDAMOS

dejé de mirar las estrellas por la escotilla,
ya no podía pensar más que en su ojo,
ligeramente a la izquierda, como acurrucado en su mejilla,
sus labios ásperos y turgentes,
¡ah! y esa nariz apenas adivinada
por esos tres orificios.

No posee senos, pero no importa,
el ulular de su voz es tan suave, tan tierno,
sus hermosas piernas encontradas,
y tan listas a sucumbir ante el leve roce de una mirada.

Montada en mí,
tomó mi corazón en sus manos
y con una delicada caricia
le depositó en la bandeja.
Con gran ternura rasuró mi escasa cabellera,
hizo un corte preciso...
miró por vez primera llena de dulzura y curiosidad,
cómo buscando entre mis recuerdos.
Y nos entregamos a su pasión,
su sed y ansia de descubrimiento...
Y una vez satisfecha,
habiéndome regalado la oportunidad
de satisfacer su deseo.

Feliz, me entregó al firmamento