"comprehendere scire est"

Divisor

Consejo Nacional para el Entendimiento Público de la Ciencia.

Cómo encarar la contaminación del agua en las playas de Vallarta


Liza Danielle Kelly Gutiérrez + ; Saúl Rogelio Guerrero Galván + ; Luis Javier Plata Rosas +

Abstract Research

Para preservar el bienestar humano en playas turísticas como las de la Bahía de Banderas, dentro de la cual se encuentra Vallarta, y para tomar medidas de prevención o de remediación que permitan conservar la salud del ecosistema


Al visitar un lugar como Puerto Vallarta, si en la lista de cosas por hacer nadar no está en primer lugar, es seguro que al menos se le acerca. Pero nadar en una playa con agua de mar sucia, dependiendo de qué tan grave sea la situación que percibimos o de la que somos informados, no sólo manda a esta actividad al fondo de la lista, sino que de plano puede excluirla por completo cuando un trago no intencional de agua de mar será un trago amargo para nuestra salud.
Para preservar el bienestar humano en playas turísticas como las de la Bahía de Banderas, dentro de la cual se encuentra Vallarta, y para tomar medidas de prevención o de remediación que permitan conservar la salud del ecosistema, es necesario conocer el nivel y el tipo de contaminación de sus aguas. Dicho de otra forma, es necesario determinar la calidad de las aguas de la bahía.
La calidad del agua en las bahías depende, por un lado, de la concentración y del tipo de contaminantes que en ella se encuentran, y por otro, de la capacidad de estos cuerpos de agua para irlos acumulando y transformarlos en otras sustancias. Todo cuerpo de agua, bahías incluidas, tiene una capacidad limitada -conocida como capacidad de carga- para recibir contaminantes sin que la presencia de éstos ocasione un daño suficiente para alterar su equilibrio. La planeación de estrategias de mejora de la calidad del agua a corto, mediano y largo plazo requiere un monitoreo continuo de los contaminantes, de manera que sus niveles no pongan en peligro este equilibrio.
Desde la perspectiva de todos los que visitamos Vallarta para nadar, esnorquelear o practicar buceo autónomo, remar en kayaks o hacer cualquier otra actividad que implique un contacto de nuestra piel con las aguas de la Bahía de Banderas obliga a que el monitoreo permita conocer cómo varía la presencia de los contaminantes en diferentes épocas del año (esto es, su variación temporal, en el intervalo de semanas, meses y años) y en distintas partes de la bahía (en otras palabras, su variación espacial) y, de esta manera, garantizar la ausencia de riesgos para nuestra salud.
Los contaminantes que afectan negativamente a la calidad del agua son muy diversos y numerosos y su permanencia y efectos en nosotros y en el medio son igualmente variados. Entre los principales tenemos, por ejemplo, al fósforo y al nitrógeno contenidos en detergentes que empleamos al lavar la ropa y fertilizantes usados para cultivar la tierra y que, al llover, son llevados por ríos y arroyos al mar. Junto con materia orgánica como restos de comida en la basura que arrojamos, estos y otros elementos son aprovechados como nutrientes por diferentes organismos presentes en las aguas costeras y, en exceso, generan lo que se conoce como eutrofización.
La eutrofización ocurre de manera natural a lo largo de miles de años en todo cuerpo costero, pero su aceleración por nuestra causa, por descargas de aguas negras no tratadas, así como de residuos agrícolas e industriales, aceleran el proceso y dan lugar a lo que se ha bautizado como eutrofización cultural. Al tener a su disposición un buffet tan rico de nutrientes las algas marinas y otras plantas como los manglares y los pastos marinos comienzan a crecer y a reproducirse a un ritmo tan desproporcionado que modifican las redes tróficas, pues no alcanzan a ser consumidas al mismo ritmo por otras especies de seres vivientes y al descomponerse, dan lugar a su vez a un crecimiento acelerado de bacterias que consumen oxígeno (bacterias aerobias). La explosión de bacterias aerobias ocasiona una disminución del oxígeno disuelto en las aguas costeras y con ello una disminución en las poblaciones de peces que lo necesitan para respirar.
Que haya un exceso de algas no es bueno para el turismo dado que, si queremos nadar en aguas con problemas de eutrofización, es común que los afloramientos de estas plantas sean depositados por la marea en las playas y, al descomponerse, el olor resultante sea bastante desagradable. La eutrofización representa además un riesgo sanitario para nosotros, pues al nadar en aguas con altas concentraciones de bacterias coliformes y estreptococos fecales (adjetivo que indica claramente su procedencia) corremos el riesgo de sufrir enfermedades como gastroenteritis, intoxicación alimenticia por salmonela y, en casos extremos -y, por supuesto, de estar presentes en el medio- contagio por enterovirus como los de polio y hepatitis.
La calidad del agua en las zonas costeras en general y en Vallarta en particular puede inferirse al medir los cambios que en distintas playas y en distintos tiempos existen en hasta más de cincuenta variables -algunas de las cuales no son contaminantes, pero sirven como indicadores de éstos o tienen algún efecto en la actividad acuática que deseamos practicar- de tipo:

  1. químico, como oxígeno disuelto (ya vimos el porqué en el párrafo anterior), cloro, fosfatos (el fósforo está presente en este compuesto, por lo que indirectamente medimos los cambios en la concentración de éste en las aguas), nitratos, nitritos y amonios (lo mismo aplica en estos tres compuestos para el caso del nitrógeno), potencial de hidrógeno (mejor conocido como pH, que muestra la acidez de las aguas; su valor aumenta por compuestos como el amonio y el cloro, y todo aquel que ha nadado en albercas con pH ácido conoce su efecto irritante en ojos y piel), grasas y aceites y salinidad;
  2. físico, como sólidos suspendidos (pequeñas partículas en estado sólido que permanecen flotando en el agua a diferentes profundidades, no sólo en la superficie del mar), color y turbiedad (grado de transparencia del agua; aguas más transparentes tienen menos concentraciones de nutrientes, materia orgánica y sólidos suspendidos en ellas), conductividad eléctrica (que permite determinar de manera indirecta la salinidad del agua).
  3. biológico, como los virus y las bacterias ya citados.
  4. geológico, como silicatos (presentes en arcillas y otros sedimentos y que irritan ojos y piel).

En 1983 la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés) propuso una metodología que consideraba 18 variables físicas, químicas, biológicas y geológicas y asignaba diferente importancia a cada una de ellas dependiendo de la actividad a realizar en aguas costeras, para así calcular un Índice de Calidad del Agua (ICA). Esta metodología fue adaptada en México en 1986 por la SEDUE y modificada en 1999 por Raúl Pineda Olmedo.

Un valor bajo o alto de ICA por sí solo no implica que la calidad del agua pueda etiquetarse como “buena” o “mala”. En la Figura 1, por ejemplo, un ICA igual a 35 es aceptable para navegar en esas aguas, pero no para nadar en ellas.

Figura 1. Valores del ICA para diferentes actividades acuáticas.

Una campaña típica de monitoreo periódico (cada tres meses, por ejemplo, de manera que sea representativa de cambios en las estaciones de secas y de lluvias en la región) de las aguas costeras de un cuerpo de agua como la Bahía de Banderas requiere hacer mediciones in situ de variables como temperatura y salinidad, y tomar muestras de agua de mar para la determinación en laboratorio de variables como nitratos y fosfatos. Dada la importancia del aporte de sustancias por los ríos y arroyos, en especial en época de lluvias, es indispensable establecer estaciones de muestreo próximas a las desembocaduras de éstos, como se ejemplifica en la Figura 2, en la que las estaciones 19 a 21 sirven como testigos (muestras que, por estar localizadas hacia las afueras de la bahía), permiten comparar la calidad del agua libre de la influencia de los ríos):

Figura 2. Estaciones de muestreo de 21 campañas mensuales (marzo de 2003 a diciembre de 2005) en la Bahía de Banderas: Destiladeras (1), Cruz de Huanacaxtle (2), Bucerías (3), Nuevo Vallarta (4), Velas Vallarta/Ameca Norte (5), Boca de Tomates/Ameca (6), Mayan Palace/Ameca Sur (7), Dársena (8), Pitillal (9), Las Glorias (10), Aquiles Serdán (11), Cuale (12), Los Muertos (13), Nogalito (14), Mismaloya (15), Boca de Tomatlán (16), Quimixto (17), Yelapa (18), Testigo Sur (19), Testigo Centro (20) y Testigo Sur (21).

Con decenas de variables consideradas en el cálculo del ICA, encontrar una forma de visualizar la influencia de cada una en el valor final del índice es de gran utilidad para investigadores y autoridades que requieren esta información para tomar decisiones de manejo costero. Si quienes tenemos que decidir qué playa es una mejor opción para zambullirnos en sus aguas sin conocimiento alguno de lo que a lo largo de este texto hemos tratado y únicamente con base a lo que percibamos en una figura, quizás nada sobrepase a la propuesta del matemático Herman Chernoff, quien en 1973 dio la cara -o, más bien, las caras que desde entonces llevan su nombre- que representa un conjunto de varias variables distintas que provienen de un muestreo estadístico o, en nuestro caso, de mediciones de parámetros del agua de mar en distintas playas.

Chernoff consideró que, puesto que nosotros los humanos podemos reconocer y clasificar rasgos faciales -como tamaño y forma de boca, ojos, nariz y orejas- de forma relativamente rápida y sencilla -en todo caso, mucho más que en lo que se refiere a concentración de nitratos, fosfatos, silicatos y otras sustancias en agua de mar-, si hacemos que, por ejemplo, la curva y la longitud de la boca de un rostro de Chernoff aumente a medida que lo hace la concentración de coliformes fecales y totales, respectivamente, que el tamaño de las orejas lo haga con el nivel de pH y así con los parámetros del ICA que nos interese comparar, incluyendo el ICA para uso recreativo, obtenemos lo que se ve en la Figura 3 para uno de los testigos:

Figura 3: Relación entre características faciales y variables medidas en una de las muestras de agua de mar que sirve de testigo.

Podemos comparar las caras de Chernoff correspondientes a agosto de 2003 (temporada de lluvias) en las diferentes estaciones de muestreo con una cara generada para la hipotética condición en la que la calidad del agua es pésima (que, por fortuna, no sucede en la realidad). El rostro triste y contrahecho de la parte inferior derecha de la figura provoca que, comparado con las otras caras felices, uno infiera que hay algo podrido -o, en todo, caso, no recomendable para nuestra salud- en esas aguas.

La mayoría de los rostros lucen bien y felices, lo que significaría que podemos nadar en playas como Destiladeras y Bucerías, localizadas ambas en la parte norte de la bahía, en Nayarit, sin mayor preocupación. Esto es, en efecto, lo que muestran los ICA determinados para esas fechas.

Para quienes acudimos como turistas a Puerto Vallarta o cualquier otro destino costero, encarar la calidad del agua tiene además la ventaja de mostrar un rostro más amable, que una simple cifra o una advertencia mediante frases como: “calidad del agua aceptable para cualquier deporte acuático” o semáforos que, con una escala de colores, señalen el nivel de contaminación de una playa.

Nuestra meta al monitorear continuamente la calidad del agua es que todos -rostros de Chernoff incluidos- sean felices.

Luis Javier Plata Rosas es Investigador en Ciencias del Mar y un reconocido divulgador Mexicano residente de Puerto Vallarta Jalisco.


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