"comprehendere scire est"

Divisor

Consejo Nacional para el Entendimiento Público de la Ciencia.

Acerca de la "utilidad" de las ciencias básicas


Juan Villa

Cuando se cuestiona la "utilidad" de las ciencias básicas de acuerdo a criterios "pragmáticos" o "económicos" del tipo: ¿para qué le sirve la astronomía a un campesino? o ¿de qué sirve la paleontología en la economía o la industria?, los científicos no deberían de tratar de defenderse (como generalmente lo hacen) buscando extrañas relaciones mafufas entre dichas ciencias y las áreas pragmática y económica.

Lo que deberían hacer, en mi opinión, es aceptar que efectivamente las ciencias básicas nada tienen que ver con las áreas "pragmática" y "económica", y que sin embargo, esto no significa que dichas ciencias no tengan valor alguno y deban, por tanto, ser eliminadas.

Tratemos de analizar esto con una analogía: la música. La música tampoco sirve para fines pragmáticos o económicos. Igualmente podría cuestionarse para qué le sirve la música a un campesino o que utilidad tiene en la economía o en la industria. La respuesta es que en estas áreas no sirve para nada. Y sin embargo, nadie piensa que la música sea inútil ni que deba ser eliminada.

Esto es así porque la música satisface otra necesidad ajena a las multicitadas áreas pragmática y económica. Satisface la necesidad específica de belleza sonora y rítmica. La música nos causa placer por sí misma. Nos pone chinita la piel.

De la misma manera, las ciencias básicas satisfacen otra necesidad ajena a las áreas pragmática y económica. Satisfacen la necesidad específica de asombro, interés y comprensión de la naturaleza.

Y es aquí donde los científicos cometen un error garrafal, que es, creo yo, la causa de que se vean a las ciencias básicas como algo inútil: los científicos no ofrecen el resultado de su actividad al público en general. Se conforman con circular sus resultados entre un grupo reducido y selecto de colegas. De esta manera, el placer y sentido de las ciencias básicas es sólo para los científicos y no para el público en general. Es como si los músicos se escondieran en sus estudios de grabación y no difundieran sus melodías. El placer de la música sería sólo para los músicos y no para el público.

Por tanto, lo que a mi parecer deberían hacer los científicos es publicar, promocionar, vender al público el producto de su labor. Y hacer esto de manera accesible y atractiva, por medio de revistas, libros y otras publicaciones. Eso además les serviría para competir, en el mercado del asombro, contra las pseudociencias y las creencias mágicas.

Intentos en esta dirección ya se han dado. Por ejemplo, la publicación de la serie "La ciencia desde México". Pero estos intentos tienen un grave defecto: son aburridos, no asombran a los potenciales compradores, no los motivan al conocimiento. Esto es así, sospecho, porque son "formales", tradicionales, "huelen a clase", y más bien los compran los estudiantes para usarlos como pequeños libros de texto. El gran público sigue indiferente.

Es como si los músicos, en lugar de difundir sus melodías, vendieran sus partituras o las leyeran en las radiodifusoras, obteniéndose emisiones tan absurdas como: "A continuación la canción titulada 'La noche en tus ojos'. Comienza con cinco acordes de la nota re séptima, después vienen cuatro tiempos de arpegios de si bemol, después un silencio de dos tiempos seguido de ...". Si la música se difundiera de esta manera, a nadie le interesaría.

Llegamos entonces a la cuestión fundamental: siguiendo la analogía, ¿a qué corresponde "la melodía" en el caso de las ciencias básicas? Nótese que no se trata de las publicaciones científicas ni de los libros de divulgación tal como los conocemos actualmente. Esas son las partituras o su lectura oral. Entonces, ¿qué rayos es "la melodía"? Esta es una cuestión difícil que yo aventuraría a responder preliminarmente de la siguiente manera: descripciones y explicaciones de hechos asombrosos, interesantes, que ocurren en la naturaleza.

Sin embargo, esta respuesta es tan cómoda como inútil. Decir esto no nos aclara nada, de la misma manera que decir la palabra "melodía" no nos aclara realmente que es una melodía. Para ello necesitamos escucharla. Entonces, para entender qué es la melodía en las ciencias básicas, debemos "escucharla", es decir verla, leerla, gustarla. Y aquí surge otro peliagudo problema: ¿Cómo escuchar la melodía en las ciencias básicas si nadie la difunde, nadie la toca?

Nos encontramos en una situación casi esquizofrénica. Los músicos encerrados en su torre de marfil escriben y escriben partituras, y las bellas melodías están en sus cabezas, pero en ningún otro lugar. Algunos músicos sólo circulan sus partituras con otros músicos. Otros, en cambio, interesados en divulgar su trabajo, venden sus partituras al público o las envían a las radiodifusoras para que los locutores las lean (¿ya se imaginan a quiénes corresponden los locutores en la analogía?). Pero nadie toca nunca las melodías. De hecho, nadie sabe cómo hacerlo.

En consecuencia, la música no le interesa más que a los músicos, quienes tienen cada vez más problemas para financiar su labor, ya que tienen que recurrir a los subsidios del gobierno y éste prefiere destinar los recursos a áreas "de mayor prioridad", y así los músicos se quejan amargamente de que nadie valora justamente su actividad.

Entonces surge un tipo que se da cuenta que el problema es que nadie toca ni difunde las melodías, que éstas sólo viven en las mentes de los músicos. Consecuentemente, decide solucionar la cuestión. Pero pronto cae en la cuenta de que el asunto no es tan fácil. A pesar de que reconoce la ausencia de melodías, ni él mismo sabe qué es una melodía, cómo se hace una melodía (cosa distinta a escribir una partitura).

Desafortunadamente no existe el genio de la lámpara que llegue a decirle a este individuo que se requiere de instrumentos musicales y de ciertas técnicas para tocarlos, ni tampoco le podrá explicar las relaciones que tienen éstos con las partituras ni, finalmente, le dirá cómo tocar las melodías. Esto tendría (tendrá) que descubrirlo él mismo, con su propio esfuerzo.


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